Antaño, los vietnamitas vivían dependiendo de la naturaleza, por eso el culto a sus representantes desempeña un papel importante en la vida espiritual de esta población estrechamente vinculada a la civilización arrocera. Hasta ahora mantienen la tradición de rendir tributo a las divinidades para que los protejan, les den buenas cosechas y una vida feliz.

Un perro de piedra colocado delante de la residencia del duque Nguyen Ngoc Tri (en Hat Mon, Phuc Th, Hanói) (Foto: VnExpress)

Los perros de piedra también figuran entre los objetos de culto de este pueblo. De ser un animal allegado y fiel a las personas en el desempeño de su tarea de protegerlas y guardar su vivienda, el perro se convirtió en una deidad venerada en los templos y santuarios. Según la filosofía ancestral de los vietnamitas, los perros normales solo pueden proteger la parte física de las personas, mientras los de piedra son capaces de cuidar su espíritu.

De acuerdo con el profesor Ngo Duc Thinh, investigador de la cultura y la religión de Vietnam, la veneración de los perros de piedra existe desde hace mucho tiempo. Este credo se manifiesta mediante dos formas: o se coloca los perros de piedra ante la puerta de las casas como guardianes de los miembros de la familia para protegerlos de la mala suerte, o se los pone sobre un pedestal para honrarlos. Incluso, en algunas zonas rurales, sus habitantes los llaman con respeto “Quan Hoang” (Mandarín del Rey) o “Cu Thach” (Señor de Piedra). El experto explicó lo siguiente: “El culto al perro se origina de la veneración de un animal estrechamente vinculado al ser humano desde tiempos antiguos, quizá el más temprano de todos. Según la creencia de muchos pueblos, su imagen suele relacionarse con los buenos augurios y la suerte. Los perros vigilan la casa para las personas, por eso los de piedra suelen ser colocados ante las puertas de cada vivienda. Se cree que pueden impedir la incursión de los malos espíritus, pues los ladridos de este animal son capaces de espantarlos y así la gente puede vivir tranquilamente”.

Los aldeanos de Dich Vi, en Dan Phuong, en las afueras de la capital colocan un perro de piedra  cerca de la casa comunal (Foto: VnExpress)

Hasta hoy numerosos sitios históricos y zonas de reliquias culturales, como casas comunales, templos o entradas de las aldeas mantienen el culto a los perros de piedra. En el mismo centro de Hanói, muy cerca del lago Truc Bach, se sitúa el santuario Cau Nhi (Perro Pequeño), que según investigadores, fue construido bajo el reinado de Ly Cong Uan, monarca fundador de la Ciudadela Real de Thang Long en 1010. No muy lejos, en las afueras de la capital, el poblado de Dich Vi venera a los perros de piedra, denominados con mucho respeto por los aldeanos “Quan Hoang Thach” (Mandarín de Piedra del Rey).

No solamente en la llanura, sino además algunos grupos étnicos establecidos en las zonas montañosas septentrionales del país practican este credo desde cientos de años, incluidos los Tay. Delante de cada casa autóctona puede verse un perro. Al igual que la gente de la llanura, estos étnicos creen que su presencia puede ayudarle a ahuyentar a los malos espíritus. Esto es más necesario para las viviendas levantadas sobre los terrenos menos ventajosos según los principios de la antigua geomancia.

De la misma manera, los perros de piedra coleccionados o creados artísticamente para decorar casas traen a sus dueños confianza en la bonanza de negocios y la prosperidad. Uno de los coleccionistas de este objeto de culto popular, Tran Le Thu comentó: “Normalmente los simbólicos perros son tallados en bloques de piedra, con la imagen de su modelo auténtico. La gente usa este objeto como un talismán, o como un deseo de suerte y fortuna para la familia que lo reciba como obsequio”.

El 2018 se vincula con el perro según el calendario lunar. Quienes nacen en este año son personas de abundantes energías y de exitosos negocios. Se espera que la llegada del Año del Perro sea sinónimo de la fortuna y la suerte para todo el mundo.