La montaña: trinchera originaria

Por Ángel Miguel Bastidas (diplomático y periodista venezolano)


 

La montaña: trinchera originaria - ảnh 1
La montaña: trinchera originaria - ảnh 2

 "Dicen que te fuiste/ Comandante/ una tarde de marzo/ a las cuatro y venticinco/ de la tarde…", reflexionaba estos días en su lápiz poético el camarada Adal Hernández.

 Una tarde del 2 de septiembre de 1969, habían dicho lo mismo de Ho Chi Minh, cuando los cañones invasores no daban lugar al silencio, frente a un pueblo indomable; brioso, amante de la libertad y la paz.

 En realidad, sus bravíos soldados, siguiendo instrucciones del Partido, se habían escabullido hacia el punto K-9, con el cuerpo de su líder, para protegerlo de las garras imperialistas, y para que siguiera al frente de los parias de la tierra.

En Caracas se dijo, en Venezuela se oyó (5 de marzo), que Hugo Chávez se había ido. En realidad, su pueblo se lo había llevado a la Academia Militar, y luego a la montaña, al Cuartel de Montaña, para que continuara al frente de la lucha de los parias de la tierra.

Desde el punto K-9, código militar de la montaña Da Chong (noroeste de Hanoi), encrucijada estratégica, además de hermosa, había resultado una de las trincheras por excelencia del Tío Ho (1957) para moverse a sus anchas con el Poliburó.

Clima fresco, frondosos y bellos árboles, sirvieron de camuflaje a un sistema de fortificaciones a toda prueba, que garantizaban seguridad al líder y su comando. La perfecta trinchera.

Una madrugada, de un 4 de febrero (1992), un teniente coronel, Hugo Chávez Frías, tomó como cuartel una pequeña montaña; sin frondosos árboles, ni escoltada por el Río Rojo, más bien rodeadas de humildes viviendas de familias colmadas de hambre y la miseria del neoliberalismo. La miseria neoliberal de CAP.

El Cuartel de la montaña, en la combativa parroquia 23 de Enero, al oeste de Caracas, quedó sembrada la esperanza de una Venezuela sufrida, llena de pobreza, desnutrida y casi sin fuerza. Ese intento cívico-militar no fue posible aquel 4F, pero el Por Ahora se convirtió luego, al cabo de 20 años, en un Para siempre.

Ho Chi Minh, Vo Nguyen Giap y los más selectos cuadros de la resistencia vietnamita, dirigieron con maestría, desde la colina Da Chong, la Guerra del pueblo, coronada dos décadas después, en la antigua Saigón, con la estampida gringa más dramática que haya podido conocer la historia militar.

El Tío Ho se había quedado con sus protectores en el 1969; una vez estaba en K-9, otras en K-84, sino en K75A, pero su espíritu revolucionario, socialista movió aquella marea roja que rodeó progresivamente a Saigón, para finalmente colocar en la cúspide, la bandera azul y roja, de estrella amarilla.

Cuando los tanques M41, uno ruso y el otro chino (expresión del internacionalismo proletario), derribaban los portones e irrumpían en los jardines del Palacio de Gobierno, una pancarta anunciaba que con los blindados había llegado Bac Ho, el máximo líder; Ho Chi Minh viene con nosotros, gritó una voz de la vanguardia libertaria. Habían dicho que el Tío Ho se había ido, pero realmente estuvo cinco años en su Cuartel de la montaña Da Chong, marcando pauta, y el 18 de julio de 1975, con un Vietnam inundado de banderas rojas, desde el norte hasta la Ca Mau, la cola del dragón, bajó triunfante para instalarse frente a la Plaza Ba Dinh, donde todos los días conversa con su pueblo.

En el 23 de enero, trinchera de un pueblo en guardia, se ha iniciado la nueva fase por la consolidación del socialismo; tras una larga lista de 14 batallas exitosas, incluida el 7-O y el 16-D, el Comandante Chávez ha retomado su puesto de mando originario, muy cerca del Palacio de Miraflores, ojo avizor de cara a un 14 de abril glorioso, como aquel del 2002, cuando descendió de un helicóptero para abrazar en Miraflores al pueblo que lo había rescatado de las garras lacayas, del imperialismo gringo y sus acólitos nacionales.

Esta allí, sobre la Flor de los Cuatro Elementos, en el Cuartel de la montaña, viendo y oyendo todo, generando energía suficiente a ese pueblo enamorado de socialismo que lo acompañó en tantos combates, que lo elevó al pedestal latinoamericano para que gritara a viva voz que otro mundo es posible.

Como Ho Chi Minh, Hugo Chávez Frías bajará triunfante del Cuartel de la montaña, a las faldas del Waraira Repano, muy cerca del Cuartel San Carlos donde estuvo prisionero, para instalarse en un nuevo puesto de mando, al lado del gigante Simón Bolívar, quien también anda por toda América Latina con su espada redentora.

comentar

Otros