La otra cara de la Primavera árabe

(VOVworld) – Han transcurrido dos años desde el inicio de las revueltas sin precedentes en el mundo árabe, denominadas por distintos medios como la Revolución democrática árabe o la Primavera árabe. Al contrario de las expectativas iniciales, lo que este movimiento ha dejado en los países relacionados, concretamente en el Oriente Medio y el Norte de África, es la inestabilidad política, una división social profunda y la decadencia económica. Una gama gris cubre el panorama de esta región por las consecuencias de la llamada Primavera árabe. 

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Las revueltas populares desataron en diferentes países del 
Norte de África y el Oriente Medio 


La situación política y social en los países de esta región se puede resumir en las palabras: inseguridad, división y conflictos étnicos y religiosos. En varias naciones, las masas se concentran para pedir eliminar el gobierno creado por ellas mismas, tras desilusiones sobre los cambios positivos que podrá generar la nueva administración. Incluso, se enfrentan entre ellos para defender la igualdad y la democracia, los valores verdaderos de la Primavera árabe. Esta paradoja conduce a desordenes en el Norte de África y el Oriente Medio y hace que esta zona se convierta en un foco de atención del mundo. Quizá Egipto es el ejemplo más típico de esta índole. Las manifestaciones ocurren con frecuencia en esa nación desde el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak, afectando gravemente la economía y el turismo. Prosiguen las discusiones y discrepancias en torno a la retirada del Consejo Supremo de las Fuerzas armadas, las elecciones legislativas y presidenciales, la disolución del Parlamento y la modificación de la Constitución. La tensión política también ha disminuido la mitad de la reserva en divisas de Egipto, aumenta el desempleo y el déficit presupuestario, el cual alcanzó los 27 mil 500 millones de dólares.

Mientras tanto, Siria es el estado más referido por los medios internacionales de comunicación, con los impactos de la Primavera árabe. Los conflictos entre las fuerzas del presidente Bashar al Assad y la oposición han cobrado más de 42 mil vidas en los últimos dos años. La impotencia en la búsqueda de una solución pacífica a este conflicto hace que Siria siga siendo escenario de sangrientos enfrentamientos tribales y sectarios, así como de acérrima competencia entre las potencias en la región y en el mundo para ganar mayor influencia. La vida del pueblo sirio sigue empeorando cada día más. La Organización de las Naciones Unidas ha advertido de una posible hambruna que afectaría a un millón de personas en ese país en este invierno. Por otro lado, otros millones de civiles debieron abandonar su tierra en busca de un refugio en países vecinos.

Las condiciones en Libia tampoco son mejores. Pese a las primeras elecciones democráticas organizadas allí después del derrocamiento y la muerte de Muammar Gaddafi, la contienda por el poder entre el actual Gobierno y cientos de brigadas de rebeldes armados continúa impidiendo el proceso hacia la estabilidad nacional. Se ha producido el éxodo de decenas de miles de libios. El ataque contra el Consulado general de EEUU en Bengasi, donde murieron el embajador Christopher Stevens y otros 3 funcionarios diplomáticos norteamericanos es otra muestra de la inseguridad en Libia, una consecuencia imprevista de la Primavera árabe para Occidente.

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Siria es el foco más candente del Oriente Medio tras dos años
de la incierta Primavera árabe


En donde se desataron las iniciales protestas populares, en Túnez, impera la inestabilidad, con un elevado índice de paro, el desencadenamiento de la corrupción y el surgimiento de organizaciones islámicas extremistas. El estado de emergencia se mantiene constantemente en el país norafricano.

Según informe recién publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2012, la mayoría de las economías impactadas por la Primavera árabe en el Oriente Medio y el Norte de África experimentó una lenta recuperación, con un alta tasa de desempleo e inflación. La causa principal de este escenario es la inseguridad social que trajo la Primavera árabe. Además, el crecimiento del Producto Interno Bruto promedio de países como Túnez, Egipto y Yemen fue de 3,6%, y este nivel es mucho más bajo que el 4,7% registrado en 2010, antes de la explosión de las protestas. El FMI también advirtió que la devaluación de la moneda nacional en esos países puede traducirse en el aumento de la inflación hasta 8,6% en 2013, la más alta desde 2008.

Al echar una mirada retrospectiva al acontecer en un año en los países vinculados con la Primavera árabe, analistas estimaron que en 2013 no se vislumbran señales de esperanzas para Egipto, Túnez, Siria o Libia. Desequilibrio y conflictos siguen siendo sus problemas en el futuro, tal vez un imprevisto final para el movimiento revolucionario en la candente región. 

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