China y Japón: islas de la discordia

(VOVworld) - Tras duras declaraciones sobre la soberanía japonesa en el archipiélago de Sensaku, en disputa con China que lo llama Diaoyu, este martes, el Gobierno nipón aprobó oficialmente la nacionalización de 3 islas pertenecientes a este territorio. Esta acción de Tokio, considerada como la mecha encendida de un detonador, preocupa a la opinión pública ante un nuevo torbellino de tensiones.

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Ubicación en mapa de las islas en litigio entre China y Japón

La información sobre la nacionalización por el Gobierno japonés de 3 islas del archipiélago de Sensaku o Diaoyu fue confirmada ayer después de una reunión de consejo de  ministros. Según informó el jefe de la Oficina del Gabinete, Osamu Fujimura, el Gobierno compró esas 3 islas a una familia japonesa, por 2 mil 50 millones de yenes, equivalentes a cerca de 26 millones de dólares, y este negocio se materializará pronto.

Tokio explicó que este plan tiene como objetivo mantener la estabilidad y la tranquilidad, y evitar que las tensiones aumenten, al impedir la construcción de obras civiles en el mencionado archipiélago. Sin embargo, esta decisión soliviantó la ira de Beijing. El 10 de septiembre, el primer ministro Wen Jia Bao declaró que Beijing no “cederá ni un paso” en las disputas territoriales con Japón por la soberanía sobre el archipiélago Diaoyu en el Mar Oriental de China. Luego, el Ministerio de Relaciones de China anunció que Beijing convocó al embajador japonés para expresarle su oposición al plan de Tokio de nacionalizar islas en litigio. Con anterioridad, en el encuentro sostenido con el primer ministro nipón, Yoshihiko Noda al margen de la Conferencia Cumbre del Foro de Cooperación Económica de Asia- Pacífico (APEC) en Vladivostok, Rusia, el presidente chino Hu Jintao reiteró el rechazo de Beijing a la nacionalización por parte de Tokio de esos territorios y al mismo tiempo aclaró que China aplicará las medidas necesarias para recuperar su soberanía territorial.

Sensaku, o Diaoyu, comprende islas despobladas en el Mar Oriental de China, actualmente bajo el control de  Japón. Además de valorarse su posición estratégica para la navegación al situarse entre China continental y la provincia Okinawa en el extremo sur de Japón, este archipiélago es considerado  poseedor de grandes potencialidades petroleras y un ámbito muy favorable a la pesca. Tanto China como Japón declaran su soberanía sobre tan estratégica zona.  El contencioso es causa principal de tensiones permanentes entre estas dos naciones vecinas durante décadas. En 1972, cuando Tokio y Beijing restablecieron las relaciones diplomáticas, el entonces primer ministro chino Chou Enlai acordó congelar el diferendo hasta tener una oportunidad para resolverlo de modo satisfactorio. En 1978, tras alcanzar ambos países un histórico acuerdo de paz, los dirigentes chinos optaron por dejar la posible solución del tema en manos de sus descendientes. Sin embargo, en el largo tiempo transcurrido desde entonces, las relaciones Japón- China nunca han  experimentado un buen clima. La más reciente crisis diplomática entre estas dos potencias asiáticas se desató el pasado 15 de agosto, cuando un grupo de activistas chinos izaron la bandera nacional en el archipiélago de Sensaku, o Diaoyu, con el objetivo de “reafirmar la soberanía” de su país en dicho territorio. Japón reaccionó de inmediato, perforando el barco que transportaba a esos 14 activistas chinos, a quienes atacaron con mangueras de agua y detuvieron. Luego, Tokio dejó que activistas japonenes desembarcaran en el archipiélago donde colocaron la bandera nacional, y realizó una maniobra militar conjunta con EEUU. Estas acciones encontraron una enérgica reacción china. Mientras el Gobierno de Beijing prodigaba críticas a Tokio, manifestantes chinos emprendieron actos violentos contra autos y restorantes de Japón. Oficiales militares de alto rango de China llamaron al Gobierno a enviar 100 barcos a Diaoyu para protegerlo. A finales de agosto, el coche del embajador japonés en Beijing fue atacado por un grupo de extremistas.

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Activistas japoneses en el archipiélago de Sensaku, o Diaoyu,
según llaman los chinos

Ante anuncios y duras amenazas de Beijing, Tokio no se muestra dispuesto a ceder los diferendos. Con la nacionalización de islas pertenecientes al archipiélago en disputa, Tokio emitió un claro mensaje: “Sensaku es una parte del territorio nacional de Japón, en base a pruebas históricas y la ley internacional, por eso es imposible la declaración de soberanía de dos países”. 

Analistas estimaron que tal actitud se debe a las ventajas que tiene Japón como para decidir el destino del archipiélago. Una vez termine Tokio la compra de islas, Beijing se verá obligada a aceptar la demarcación de la plataforma continental en el Mar Oriental de China según las condiciones de Japón. Inclusive, la situación puede volverse más delicada para China cuando la alianza EEUU- Japón aumente la presencia militar en el oeste de esta delimitación, lo que amenazará la seguridad del gigante asiático. Nadie puede asegurar que en un futuro, los buques de guerra y aviones de combate de las tropas aliadas estadounidenses-japonesas no afectarán el tráfico de navíos militares de China, al pasar por las islas cercanas a Japón, Taiwán y el norte de Filipinas. Y si logra Japón instalar el sistema de radares contra misiles de largo alcance en las islas en disputa, Tokio y Washington no solo controlarán el norte de Taiwán, sino también la vasta zona costera en el sureste de China.

Con tales sucesos, el Noreste de Asia se está convirtiendo en un foco de atención de la actualidad internacional. Una nueva oleada de tensiones en esta zona es lo que la comunidad mundial reza por evitar, en medio de tantas perturbaciones y puntos candentes sin tregua en distintas partes del mundo. Sin embargo, sobre esta cuestión, a observadores les falta suficiente optimismo para vislumbrar el futuro. 

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