El amor y la solidaridad familiar vietnamita

Por Carlos González-Irago
(Periodista y profesor venezolano) 


Una de las facetas sociológicas y éticas admirables del socialismo vietnamita es su concepto particular de lo que yo definiría como la familia solidaria. Obviamente, todas las culturas valoran la familia de forma especial con idiosincrasias particulares.

En mi reciente visita a Vietnam me llamó la atención, en particular, como jóvenes y mayores conviven en las calles de las muy activos lugares que tuve la oportunidad de conocer: Hanoi, Da Nang, Hue y Ciudad Ho Chi Minh, que a pesar de ser grandes urbes llenas de gente y actividad es frecuente encontrarse con personas mayores que circulan en bicicleta o moto, o se trasladan en autobús, tren y participan en todas las actividades sociales y económicas con normalidad. Los mayores y los niños están en los parques, restaurantes y en los numerosos comercios y mercados de este maravilloso país socialista.

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El profesor Carlos González (con gafas), autor de este artículo, junto
con el amigo Ángel, en una familia vietnamita en Yen Vien, Hanoi 


Es importante destacar que Vietnam es una sociedad compleja, compuesta por 54 etnias con conceptos antropológicos y culturales familiares diferentes. Sin embargo, el triunfo del socialismo, tras décadas de guerra brutal del colonialismo francés y el imperialismo estadounidense, ha creado un nuevo modelo familiar -que sin perder sus características étnicas- ahora se basa en el ejemplo familiar de su maravilloso líder Ho Chi Minh, personaje prácticamente desconocido en occidente –obra de la censura histórica estadounidense- estigmatizado como un “dictador militar”.

Pero el Tío Ho, como se le conoce familiarmente en el Lejano Sur, es todo lo contrario a la imagen fabricada en EEUU. El Padre de la Patria vietnamita enfatizaba tres valores fundamentales que son base de las relaciones familiares para su país: el amor, la educación de los niños y el respeto a los mayores.

Como la mayoría de sus conciudadanos de la época, el líder indochino tuvo una infancia difícil, siempre mediatizada por las guerras y las dificultades económicas y se vio obligado a trabajar por la casa, el hogar, no sólo estudiando como podía, sino en todas las actividades familiares, contribuyendo con sus oficios en la calle al apoyo familiar, en particular con su madre.

Ese amor hacia sus padres y hermanos, en una vida llena de dificultades es quizás un aspecto que hace que la población vietnamita sea tan cariñosa y fraternal, ahora en la paz; que maravilla a todos los que visitamos el país, mientras que en occidente, los adultos mayores son ahora una especie de carga social, y en momentos de “penuria” económica, se le recortan sin respeto sus pensiones, se le cobran las medicinas que necesitan y se sube la edad de jubilación para “pagarles” menos años la pensión que se merecen, y favorecer así a los endeudados estados que deben cancelar las acreencias a la millonaria banca especuladora.

En Vietnam, me llamó la atención el equilibrio de los dos extremos. Por un lado, la cohesión familiar y el amor evidente imposible de disimular entre sus miembros. Segundo, la educación de los jóvenes –la escuela es el edificio más importante en cada pueblo y barrio- y tercero cómo los hijos están siempre pendientes de ayudar a sus padres y abuelos.

Por ejemplo, la amiga vietnamita Hoang Thang Van, quien después de mucho esfuerzo obtuvo una beca anual para estudiar inglés en Londres, debió regresar a los nueve meses para asistir personalmente a su madre, quien había sufrido un accidente en bicicleta. Ni un momento de duda, ni un reproche de perder una oportunidad tan difícil e importante, para cumplir con la obligación familiar tan simple y básica, de ayudar a quien lo necesita.

La prioridad del cuidado familiar por encima del interés personal e incluso profesional, es algo- ya perdido en Occidente y se consideraría un acto extraordinario- normal en este maravilloso país que define la calidad humana del vietnamita en general.

Es un hecho cotidiano llamar a tu empresa o a tu empleador y simplemente anunciar que no puedes ir a trabajar porque tienes obligaciones familiares urgentes que requieren de su presencia. El empleador que tiene familia entiende la prioridad esos valores con la naturalidad que establece las relaciones humanas vietnamitas.

Supongo que habrá abusos, pero estoy seguro que son la minoría. La norma social es aquella que marcó el Tío Ho: en el núcleo familiar es donde debe reinar el amor y la familia, es la base de la solidaridad en las relaciones sociales y económicas del modelo socialista vietnamita.

Ojalá, el mundo moderno adopte estos valores para encontrar la felicidad en la práctica solidaria de las relaciones familiares y abandone el modelo dominante de unos vínculos sociales basados en el individualismo y un “éxito” económico que desprecia la fraternidad y recorta los presupuestos de educación de los jóvenes y la pensión de los mayores.

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