Hue. El puente, el río y la leyenda inmortal

Por José Llamos Camejo, periodista cubano


Amanece. Un lienzo infinito, de policromía singular, absorbe la mirada; los ojos se pierden en el formidable concierto de arquitectura y naturaleza; es la ciudad de Hue, que despierta a los pies del hotel Moonlight (luz de la luna), erguido en el corazón de la urbe asentada en el centro de la geografía vietnamita, 540 kilómetros al sur de Hanói.

Los ventanales translúcidos del restaurante situado en el duodécimo piso de Moonlight, dejan entrar unas imágenes estupendas; el visitante no tarda en sentir la conexión que establecen la vista, la mesa, el entorno y el paladar; los manjares invitan, el paisaje provoca, los sentidos se inquietan.  

El antiguo enclave dinástico ofrece un contraste espectacular con el emblemático río Song Huong, que galantea entre sus edificios; la urbe y su accidente geográfico dibujan un cuadro fantástico, algo que no deja espacio a la indiferencia.

Hue. El puente, el río y la leyenda inmortal - ảnh 1
La ciudad de Hue, en las dos orillas del tranquilo Río Perfume, y el puente Trang Tien, una de sus imágenes emblemáticas

Unos dicen que el Song Huong es el más antiguo y conocido habitante de la ciudad; otros le atribuyen el mérito de ser el primer invasor de Hue; pero no; en todo caso es el anfitrión, porque fue la urbe quien ocupó las riberas del río, y se erigió en la ciudadela imperial, dueña de un conjunto monumentario declarado en 1993, por la UNESCO, Patrimonio Mundial de la Humanidad.

El río nace en las montañas de Son Truong, serpentea a lo largo de treinta kilómetros hasta desembocar en el Golfo de Tonkín; antes atraviesa pagodas, templos, jardines y árboles aromáticos a los que, según la leyenda, le debe su nombre más conocido: el Río Perfume delimita la ciudad antigua, de la urbe moderna, y baña las siete tumbas dinásticas de los monarcas Nguyen.

Algo de sagrado y de artista debe tener este río. En sus aguas solemnes reposa una hermosa historia; en ellas Hue se recrea, se reproduce, se desdobla en siluetas, en imágenes movedizas, en pedazos de puentes, de paisajes, de inmuebles; siempre con el cielo de fondo -un fondo blanco, nublado, azul o estrellado-, según, la hora, la luz, la voluntad de la atmósfera. 

El Río Perfume es una bendición natural, es la paz. Solo una vez, entre los días cuatro y cinco de febrero del 1968, cuando los buques gringos intentaron hollar sus aguas, en puja por el dominio de Hue, el río cambió su semblante bohemio, su comportamiento apacible; entonces aquel paraíso devino infierno para los agresores.

Una decena de embarcaciones enemigas fueron aniquiladas. Pese a que los yanquis emplearon cañones, tropas, artillería y medios aéreos, no pudieron forzar al sector oriental del río, controlado por los patriotas vietnamitas, que construyeron en ese tramo una ruta segura de evacuación, para escurrirse a través de las alcantarillas, hasta la corriente del Song Huong.

La audaz guerrilla anamita se desplazó bajo el agua, sin ser descubierta; aquellos hombres se convirtieron en duendes, en sombras que los ocupantes no podían detectar; los Estados Unidos sufrieron grandes pérdidas en esa corriente fluvial que tambien pudiera llamarse El Río de la Historia.

Hoy el Song Huong es una importante plataforma pesquera, es vía comercial y codiciado enclave turístico. Ofrece, entre otras opciones, la posibilidad de recorrerlo en barcos pequeños, y una inolvidable descarga nocturna. Con vestido tradicional amarillo, entallado al busto, una joven irrumpe en el escenario, hace una reverencia pausada, sonríe y echa a volar su canción. Su voz, a principio es imperceptible, luego sube, sube…se desborda, se apodera del río, de la ciudad, se apodera del cielo.

No hace falta conocer el idioma de Anam para entender esta melodía, es como un himno ancestral, cantado por una diosa. Nada parece turbar la atención del viajero, hasta que sobreviene lo inesperado: en un costado, algo distante, una parábola incandescente irrumpe en la oscuridad; se desplaza horizontalmente a pocos metros de altura; va de un lado a otro del río, describiendo arcos brillantes de colores distintos; aparece y desaparece como un relámpago. Raro y hermoso episodio.

Más tarde el viajero sabrá que el evento lumínico tiene lugar en el puente Trang Tien, cuarto nombre que ha recibido en sus 116 años de existencia. Primero fue bautizado como Thanh Thai, nombre del rey de Tailandia, fundador de la dinastía Nguyen; luego el gobernador francés en Vietnam lo renombró como Clemenceau, en honor al primer ministro de la metrópolis europea, en tiempos de la Primera Guerra Mundial.

Hue. El puente, el río y la leyenda inmortal - ảnh 2
El conjunto de reliquias de la antigua ciudad imperial de Hue fue reconocido por la UNESCO patrimonio de la Humanidad

Después lo identificaron como Nguyen Hoang, en homenaje al explorador de la región central de Vietnam, entre finales del siglo XVI y principios del XVII; y finalmente quedó inscripto con su actual denominación: Trang Tien, nombre que tomó de la  empresa donde la dinastía Nguyen fabricaba monedas.  

Pero, igualmente pudiera llamarse el puente de Eiffel. Fue precisamente Alexandre Gustave Eiffel, el constructor de la mundialmente famosa torre parisina, quien lo diseñó a un costo de 400 millones de dongs (moneda oficial vietnamita) -dicen que una verdadera fortuna en la época-.  El montaje de la obra empezó en 1897 y  concluyó en1899.

Tiene 410 metros de longitud y 6,20 de ancho; su estructura, de acero, descansa sobre gigantescas columnas sumergidas a 15 metros; sus barandas, en forma de arcos, en la distancia parecen emerger desde el horizonte. 

Cuentan que en 1968, durante la ofensiva del Tet, una columna militar norteamericana fue detenida en la cabeza del puente, y fracasó en el intento de cruzarlo para acceder a la ciudadela.

Mucho antes, en 1904, una catástrofe natural lo averió y, cuarenta y dos años después, fue blanco de las minas francesas. El Trang Tien ha resistido las embestidas del clima, del tiempo y de la metralla, es parte de la historia de Hue.

Por el día registra un flujo constante de vehículos, ciclistas y peatones, y dicen que en las tardes acoge a parejas de enamorados que se detienen a contemplar el paisaje. Bajo el sol luce impresionante; por la noche resulta espectacular.

Dispone de un ingenioso y moderno sistema de alumbrado multicolor, que irrumpe en la oscuridad, como un relámpago misterioso, capaz de sorprender a los visitantes, aunque no logre distraer al viajero que escucha la canción de una diosa, a bordo de un yate anclado en la noche de Hue.

A la mañana siguiente, la pintoresca ciudad, con sus doscientos ochenta y siete mil  habitantes, con sus palacios y construcciones antiguas, reaparece convertida en acuarela infinita; el Río Perfume impregna su aroma en  los edificios; y el Trang Tien pregona su leyenda inmortal. Y, en el duodécimo piso del hotel
Moonlight, ante el concierto formidable de arquitectura y naturaleza, el visitante, presto a desayunar acaba degustando al paisaje. (CONTINUARÁ).

Noticias Relacionadas

comentar

JUAN D.

Hue, antigua capital imperial de Vietnam es una preciosidad, donde se complementan en perfecta armonía la belleza más antigua y el modernismo más avanzado y vanguardista. Hue define y justifica a Vietnam, vemos la historia de un pueblo... Más

Otros