Por José Llamos Camejo (del libro Un guerrillero antillano en el paralelo 17)
Fotos: Tuan Anh
No importan la hora ni el sitio. Si un vietnamita advierte la presencia de algún cubano, sobrevendrá una escena espontánea, como la que vivió en Dong Ha un periodista de la isla en Dong Ha.
El sitio donde se exhiben los tanques norteamericanos destruidos en la batalla de Quang Tri. A la izquierda, vestigios de la torre de vigilancia construida en 1927 por los colonialistas franceses.
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Ho Sy Tuan y Le Quang Nhat se acercaron con el júbilo de quien encuentra a un amigo de siempre; aunque ellos y el visitante jamás se habían visto. Minutos antes, Dang había reaccionado así mismo en su tienda. Lo primero que hizo la joven cuando supo la nacionalidad del recién llegado fue mencionar el que quizás es el nombre extranjero más pronunciado en la urbe: Fidel.
“Un hombre de mucha dignidad, un gran héroe y un amigo inolvidable”, pondera Dang.
— Parece que a Fidel lo quieren mucho en este lugar –le digo–
— Tenemos motivos. Él defendió siempre las causas justas, sin temor a los poderosos; demostró ser un hermano del pueblo vietnamita y especialmente de Quang Tri. Vino aquí cuando otros no se atrevieron a hacerlo. Este pueblo lo respeta y lo admira. La mayoría de la gente aquí conoce a Fidel Castro. Los habitantes de Quang Tri jamás olvidaremos su visita, que fue tan estimulante.
— ¿Cómo sientes esa visita de tal manera, si no la viviste?
— Todos lo sabemos, y la sentimos así porque nos la han contado quienes tuvieron la oportunidad de vivirla; hablan mucho de eso. Yo lo aprendí en la escuela, pero cualquiera en Dong Ha y en Quang Tri sabe de la visita de Fidel Castro cuando estábamos en guerra.
“Cada año celebramos el día de la llegada del Comandante. Y en Cam Lo hay un sitio de preservación de documentos y objetos relacionados con él. Al conocer de su muerte sentimos mucho dolor”, continúa diciendo la joven. “Guardamos tres días de luto; con su partida sentimos que empezó a faltarnos alguien importante para nosotros”.
“El quince de septiembre de 1973, en horas de la tarde”, esta ciudad recibió al Comandante, recuerda Sy Tuan.
— Es decir, hace cuarenta y cuatro años, ¿qué edad tienes ahora?
— Cuarenta y cinco años.
— Tenías apenas un año cuando vino Fidel, ¿y te acuerdas de esa visita?
— No es que me acuerde, porque realmente yo era muy pequeño, pero conozco en detalles lo que ocurrió; mis padres, mis vecinos, y en la escuela, me hablaron mucho de eso; aún se habla, aclara el hombre, quien custodia un mercado en Dong Ha.
“Fidel es un héroe extraordinario, le agradecemos mucho por el apoyo que él y su pueblo nos dieron. Apreciamos la amistad y el cariño que sintió por Vietnam; su muerte nos entristeció”.
“Sobre la visita del Comandante a Quang Tri, lo sé todo”, tercia Le Quang Nhat, otro residente en la capital de esa provincia central de Vietnam. Era muy pequeño cuando el líder cubano anduvo por esta urbe, pero habla del suceso como si lo hubiera vivido: “Fidel caminó por varias calles aquí; pasó por este lugar donde estamos, en dirección hacia allá” –y señala con el índice de la mano derecha.
“Mire hacia allá; a dos manzanas de aquí el Comandante se detuvo a poner un pie sobre un tanque de guerra M-48 que los combatientes vietnamitas le quitaron a las tropas norteamericanas en un combate por la liberación de Quang Tri. Es cerca, puedo llevarlo”. Vamos por el M-48.
Le Quang Nhat ofrece detalles del momento en que el Jefe de la Revolución Cubana presenció –aquí mismo– este artefacto de guerra, que los vietnamitas le arrebataron a los gringos.
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Calle arriba, el anfitrión diserta sobre Fidel y su lucha, acerca de Cuba y su dignidad; habla de Vietnam y de los episodios vividos por los habitantes de Dong Ha y de Quang Tri en los combates por expulsar a los invasores norteamericanos. Lo explica todo con tal ardor, con tantos detalles, que en silencio su capacidad como historiador.
“He admirado mucho las palabras de Fidel cuando dijo que por Vietnam, Cuba estaba dispuesta a dar hasta su propia sangre”, comenta durante el trayecto. “Lo sé porque lo he visto en documentales. Después de la guerra él volvió a visitar a Vietnam”.
Dice Quang Nhát que en la segunda visita del Comandante a este país le preguntaron por qué usaba uniforme militar en tiempos de paz, “y él respondió que cuando se terminaran todas las guerras en el mundo, no se vestiría más con ese uniforme. “Fidel sentía por toda la humanidad”, acota.
“La desaparición física del líder cubano causó un gran dolor en Vietnam, yo creo que en todo el mundo fue así”, agrega este hombre, a quien no le resultan ajenos los problemas que dificultan la vida de los cubanos: “el bloqueo norteamericano es un crimen, pero el pueblo de Fidel vencerá”, subraya. “También conozco de sus grandes éxitos sociales en campos como la salud y la educación; en los que son ejemplos a seguir”.
“Por la prensa internacional supe de las veces que la CIA intentó matar a Fidel, y también de cómo los yanquis estimulan la salida de cubanos a través del estrecho de la Florida, para utilizarla como propaganda política; eso no es correcto ni justo”, valora.
Un tramo de la Ruta Ho Chi Minh en Quang Tri. Otra reliquia histórica de la provincia.
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Absorto en el diálogo, no advertí que habíamos arribado al sitio de destino; es el locuaz anfitrión quien me hace caer en la cuenta: “Fidel Castro puso un pie encima de ese tanque” cuando la ciudad de Dong Ha estaba recién liberada”.
El área semeja un óvalo de aproximadamente quince metros de ancho por cuarenta de longitud. Está semicubierto por árboles y circunvalado por calles, en un punto céntrico y elevado de la urbe. En fila, sobre plataformas de mármol, dos símbolos de la derrota yanqui frente al Ejército Popular de Liberación de Vietnam del Sur.
Se trata de un tanque M-48 y de otro M-18, ambos de fabricación norteamericana. Al primero le falta una estera y el segundo no tiene cañón ni torreta. Las perdieron en el campo de batalla, en 1972. En septiembre del año siguiente, Fidel vio de cerca a esos artefactos, cuyo estado ayudó a desenmascarar el mito de la invencibilidad de las armas gringas.
Vestigios de la que fuera una torre de vigilancia, construida en 1927 por los colonialistas franceses, permanecen en el lugar, que igualmente fue punto de congregación para exigir la retirada de las fuerzas ocupantes, durante la guerra contra la invasión norteamericana. Y, como para agregar simbolismo, el sitio marca el kilómetro CERO de la estratégica Carretera Nueve, transitada también por Fidel. La vía tiene ochenta kilómetros, desemboca en la frontera con Lao, y enlaza a Quang Tri con ese país y Tailandia, articulando el floreciente corredor económico este-oeste.
Muchos estadounidenses veteranos de la guerra de Vietnam vienen año tras año a contemplar estos artefactos, explica Nhat. “Cuando el Comandante nos visitó, el lugar era distinto a como es ahora. Después de la guerra se reconstruyó, pero estos tanques permanecen aquí; son reliquias. En Quang Tri abundan los sitios similares a este, que nos ayudan a recordar la gesta de nuestros padres”, enfatiza, henchido de tal orgullo, que no dudo en elogiar sus dotes de historiador.
— No. Historiador no, –replica sonriente.
— Bromeas conmigo.
— Claro que no, amigo. Trabajo en una empresa comercial de Dong Ha. No soy historiador.
— Pero a mí me parece que por tus venas circula la historia de esta ciudad y la de tu país.
— Y también la historia de Cuba, que es similar a la de Vietnam. No soy una excepción; nosotros llevamos nuestra historia muy adentro, y estamos comprometidos con ella.
(CONTINUARÁ)