Se trataba de la famosa Ofensiva del Tet, llevada a cabo por un contingente de ochenta mil efectivos, bajo el mando del general Vo Nguyen Giap, que simultáneamente atacó aproximadamente cien puntos militarmente claves, en 36 de las 44 capitales provinciales del otrora Vietnam del Sur.

Las imágenes del primer ataque a la fortaleza de Khe Sanh, cerca del paralelo 17, recorrieron el mundo, ante la sorpresa del general William Westmoreland, jefe supremo de las tropas estadounidenses en el sur del país indochino. Miles de soldados vietnamitas al servicio de los invasores fueron sorprendidos fuera de servicio debido a las festividades tradicionales.

Algunos analistas afines a la causa neocolonialista, siguen afirmando que la Ofensiva del Tet fue un rotundo triunfo del General Westmoreland y una de las peores derrotas sufridas por Giap.

Son los mismos estudiosos que hoy hablan del triunfo estadounidense en Irak, Afganistán y Libia, partiendo del frío lenguaje estadístico, además, insistiendo en colocar barreras entre la política y la guerra.

Ciertamente, en Irak, han asesinado a más de un millón de personas, mientras los invasores han tenido sólo 4 mil bajas, partiendo de estos dígitos, se concederán abanderados de la victoria, mientras en las mismas calles de las principales ciudades de EEUU miles de manifestante aun exigen el fin a la masacre en el Medio Oriente. Nunca Estados Unidos había estado tan aislado políticamente, a causa de su política guerrerista en todo el mundo.

Algo similar sucedió tras la Ofensiva del Tet, donde también cayeron 4 mil soldados estadounidenses, 8 mil del ejército vietnamita proyanqui y casi la mitad de las tropas del Frente de Liberación Nacional.

Por supuesto, que las estadísticas de los vencedores no incluyen las tres mil instituciones educativas bombardeadas, los 350 hospitales destruidos, las mil 500 salas de maternidad arrasadas, los 5 millones de terrenos residenciales desvastados, así como 491 iglesias y seminarios, 350 templos y pagodas.

El General Tran Do, integrante del Comando de Giap, admitió después de los 24 días de combates, que no se habían producido los resultados que el FLN esperaba en lo interno, pero subrayó no se esperaban la repercusiones internacionales de tuvo la ofensiva del 68 a favor de la causa revolucionaria.

Desde ese momento, los militares estadounidenses olvidaron la palabra victoria, mientras las manifestaciones se recrudecían en Alemania e Italia, antes de la explosión del Mayo francés, desde donde la consigna “Ho, Ho, Ho Chi Minh” inició su recorrido por el mundo.

La foto del Jefe de la policía del Vietnam del Sur, General Ngoc Long activando un revolver sobre la cabeza de un supuesto guerrillero, en una calle de Saigón, era enarbolada a manera de denuncia en las gigantescas manifestaciones, y dos meses después de la Ofensiva del Tet (el 16 de marzo), se producía la Masacre de My Lai, donde las tropas invasoras asesinaron 500 campesinos.

El panorama político no podía ser peor para el Gobierno de Lyndon Johnson, quien el 31 de marzo sorprendió con su decisión de no buscar la reelección, además de anunciar el inicio de las negociaciones con Vietnam del Norte, aceptadas el 3 de abril.

A 44 años de esa experiencia, el Gobierno guerrerista de Estados Unidos insiste en irrespetar la milenaria historia de los pueblos del Cercano y Lejano Oriente, sin admitir que el potencial espiritual de estas civilizaciones es muy superior a las armas más modernas Made in USA, como los B-52 que cayeron como mosca desde el cielo indochino, abatidos por milicianos respetuosos de las fuerzas sobrenaturales de “Padre Dragón y Madre Hada”, quienes concibieron los primeros cien vietnamitas, según las cosmología de este Lejano Sur.