(VOVworld) – Las Fuerzas Armadas de Egipto derrocaron al primer presidente democráticamente electo Mohamed Mursi, 3 días después de que cumpliera un año en el poder. La caída de Mursi resulta sorpresiva por su vertiginosidad, y podría conducir a enfrentamientos partidarios, agudizando la inestabilidad del país.
El 3 del corriente mes, el jefe del Ejército, mariscal Abdel Fattah al-Sisi suspendió la Constitución redactada por los islamistas y designó como mandatario interino del país en sustitución del legítimo jefe del Estado, Mursi, al presidente del Tribunal Constitucional Supremo Adli Mansur, quien prestará juramento este jueves. El ministro de Defensa, al-Sisi, llamó a convocar elecciones presidenciales anticipadas, y anunció la formación de un comité de expertos para enmendar la Constitución y una comisión de reconciliación nacional. Un Gobierno fuerte y capaz se creará con prerrogativas, apuntó al-Sisi. Además de destituir al presidente Mursi, el Ejército dictó órdenes de arresto contra 300 miembros del Grupo “Hermanos Musulmanes”, e interrumpió la difusión de la cadena de televisión de esta organización y detuvo a sus administradores. Según fuentes egipcias, después de haber sido derrocado, Mursi permanece retenido en las instalaciones de la Inteligencia Militar, mientras que el Ejército arrestó a todo su equipo en la Guardia Presidencial.
El ministro de Defensa Abdel Fattah al-Sisi pronuncia un discurso
televisado después de la destitución del presidente Mohamed Mursi
Dos días antes, el primero de julio, el Cuerpo militar dio un ultimátum de 48 horas a las fuerzas políticas para que asuman su responsabilidad y cumplan las demandas del pueblo, tras las masivas protestas antigubernamentales. No obstante, el presidente rechazó esta petición, mientras los movimientos islámicos protagonizaron manifestaciones en todo el país en apoyo de la constitucionalidad del cargo de Mursi.
Como era de esperarse surgieron diferencias internas cuando se iniciaron las consultas sobre la creación de un nuevo Gabinete egipcio. Los Hermanos Musulmanes emitieron una declaración, criticando el derrocamiento de Mursi como una traición contra la revolución nacional y la confianza del pueblo en la democracia. En tanto, los enfrentamientos entre seguidores y opositores de Mursi en la ciudad norteña de Alejandría dejaron varios muertos y heridos. Si tal situación sigue tensa, la creación de la nueva administración propuesta por el Ejército resultará difícil.
Sectores egipcios manifiestan en prolongadas protestas su inconformidad
con la administración de Mursi, líder de los Hermanos Musulmanes
Gobiernos occidentales expresaron inquietudes ante los nuevos sucesos complicados en Egipto. La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, condenó el derramamiento de sangre y pidió un rápido retorno al proceso democrático y se celebren comicios presidenciales y legislativos de manera libre y equitativa. El canciller británico, William Hague, instó a las partes a la calma, censuró la injerencia militar para cambiar el régimen, aunque sin considerarla un golpe de Estado. Desde la Casa Blanca, el presidente norteamericano, Barack Obama, urgió al Ejército egipcio a devolver sin demora la completa autoridad a un gobierno civil elegido democráticamente tan pronto sea posible, ordenó al personal de su embajada en el Cairo y a sus familias que abandonen el país norafricano, y pidió a los departamento y organismos competentes de Estados Unidos revisar la ayuda que Washington otorga al Gobierno egipcio.
Al contrario de los temores de Occidente, países del Golfo Pérsico apoyaron la caída del presidente egipcio. El rey de Arabia Saudita felicitó al responsable del Alto Tribunal de Egipto, Adli Mansur, por su designación como mandatario provisional del país. Los Emiratos Árabes Unidos enaltecieron los esfuerzos de las Fuerzas Armadas egipcias por los cambios que consideraron positivos en ese país.
El escenario en Egipto se caracteriza por que afecta a más de 80 millones de egipcios, una economía estancada y una política inestable. Para los egipcios, la salida de la crisis interna y los conflictos partidarios está lejos de su alcance.