(VOVWORLD) - El cambio climático se ha convertido en uno de los temas más destacados en el 80o periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA-80), en curso en Nueva York. Las declaraciones directas, los llamados urgentes y las profundas discrepancias evidencian que el asunto no es solo un desafío ambiental, sino también una prueba crucial de la responsabilidad, la credibilidad y el compromiso con un desarrollo sostenible a nivel global.
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Mientras anteriormente las discusiones sobre el clima se restringían al marco de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP) o a reuniones especializadas, en la UNGA-80 el cambio climático se ha erigido como uno de los temas centrales de la agenda.
Hitos y presiones derivadas de las resoluciones
En los últimos años la Asamblea General de la ONU ha dado pasos decisivos en materia climática, entre los que destacan la promulgación de la resolución que reconoce el derecho humano a un medio ambiente sano (2022), la que solicita al Tribunal Internacional de Justicia un dictamen sobre la obligación de enfrentar el cambio climático (2023) y la más reciente, que insta a proteger el clima por las generaciones futuras (2024).
Aunque no son vinculantes, estas decisiones han contribuido a forjar un marco ético y jurídico que respalda la acción climática y ofrecen a la sociedad civil, a los tribunales nacionales y a la comunidad internacional una base para exigir que los gobiernos actúen más allá de los discursos.
No obstante, en la UNGA-80 la brecha entre compromiso y acción sigue siendo enorme. Las principales potencias emisoras del mundo anuncian objetivos ambiciosos, pero su implementación suele ser lenta o poco transparente. Mientras tanto, los países más vulnerables al cambio climático, con recursos limitados, luchan por adaptarse y dependen en gran medida de mecanismos de apoyo internacional que aún funcionan de manera insuficiente.
De hecho, la financiación climática se perfila como un desafío central. Los países desarrollados se comprometieron a movilizar 100 mil millones de dólares anuales para apoyar a las naciones en desarrollo, pero los desembolsos reales siguen siendo significativamente inferiores. Sin recursos financieros y tecnológicos oportunos, los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y adaptación a la variación del clima corren el riesgo de quedar en meras promesas.
La UNGA-80 también puso de relieve profundas divergencias. Incluso algún líder niega el cambio climático, calificándolo como “el mayor engaño del mundo” y cuestionando las políticas de energía renovable. Estas posturas, aunque controvertidas, reflejan un hecho ineludible: los intereses económicos y políticos obstaculizan los esfuerzos globales al respecto.
Los países exportadores de petróleo y carbón temen perder competitividad; las industrias pesadas enfrentan altos costos de transición, mientras que muchas naciones pobres sostienen que no pueden sacrificar su desarrollo cuando los países ricos son los responsables históricos de las emisiones. Estas tensiones hacen que alcanzar un consenso global sea cada vez más complejo.
La esperanza que surge de la presión global
La Asamblea General de la ONU tiene una característica singular y es que todos los países, grandes o pequeños, poseen igual derecho a voto. Este mecanismo permite que las naciones más vulnerables al cambio climático lleven su voz ante la comunidad internacional.
Sin embargo, las resoluciones de la Asamblea no son vinculantes, por lo que su cumplimiento depende de la buena voluntad de los Estados y de la presión de la opinión pública, y transformar esta presión política en acciones concretas requiere coordinación con mecanismos legales, financieros y tecnológicos adicionales.
A pesar de las diferencias, la UNGA-80 abre una ventana de esperanza. La creciente presencia del cambio climático en la agenda de la ONU garantiza que este tema no pueda ser marginado en las negociaciones. Asimismo, si las consultas del Tribunal Internacional de Justicia sobre la obligación de enfrentar el cambio climático se aplican de manera amplia, podría consolidarse un marco legal internacional más vinculante en el futuro.
Además, la presión ejercida por la sociedad civil, los jóvenes y los movimientos climáticos globales se ha convertido en un motor decisivo. En este contexto, la ONU se presenta como el foro ideal para transformar la presión pública en declaraciones políticas y en acciones concretas a nivel nacional.
El cambio climático se vuelve cada vez más complejo, con tormentas extremas, sequías prolongadas, incendios forestales y el aumento del nivel del mar que ocurren a diario. La Asamblea General puede no promulgar leyes coercitivas, pero ejerce la mayor presión política y moral, obligando a los países a asumir su responsabilidad.
Por ello, la UNGA-80 demuestra que el cambio climático no solo es un “problema ambiental”, sino que también se ha convertido en un verdadero termómetro de la credibilidad y responsabilidad de la comunidad internacional.